Joyas medievales de Aragón
Que Aragón es tierra de castillos es un hecho constatable. Nos damos cuenta rápidamente al pasear por sus pueblos ya que la lista de estas fortalezas es prácticamente infinita, y allá donde vamos a buen seguro veremos esta clase de vestigios medievales.
En la lista, y los más significativos o de mayor renombre tendríamos el Castillo de Loarre, el Castillo de Valderrobres, la Ciudadela de Jaca o el castillo de San Pedro, el castillo-palacio de la Aljafería en Zaragoza, el Castillo de Monzón, el de Mora de Rubielos, el de Sádaba, el de Trasmoz, el de Mesones de Isuela, el de Navardún, y un larguísimo etcétera que nos haría recorrer Aragón de norte a sur y necesitaríamos semanas para poder visitarlos todos.
Recuerdo que fue en una charla virtual en plena pandemia donde Luis Zueco nos daba a algunos privilegiados una clase magistral sobre “qué es un castillo”. Las respuestas de los asistentes a esta pregunta fueron variadas, pero muchas coincidían en que era una construcción amurallada casi siempre medieval con varias torres defensivas… Aunque esto pudiese acercarse bastante a la definición de “castillo”, no era del todo cierta, ya que para definir lo que es un “castillo” debemos atender a la función para la cual ha sido construido. Por lo que un simple torreón podría ser considerado un castillo siempre y cuando tuviese las funciones de defensa y protección del pueblo para el que fue construido.
Y en ese listado interminable de castillos de Aragón, el castillo de Peracense ocupa un lugar destacado, ya que es sin duda uno de los más icónicos de todo el territorio. Se levanta en lo alto de una formación rocosa la cual se mimetiza y convierte en una muralla natural de acceso casi imposible.
El Castillo de Peracense
Este castillo de característico color rojizo típico del rodeno de la Sierra Menera sobre la que se asienta fue erigido en el siglo XIII como fuerte defensivo frente al cercano Reino de Castilla, debido a su situación geográfica al sur oeste del territorio aragonés, bien cerquita de las provincias de Guadalajara y Cuenca. Sería por tanto tras finalizar la Guerra de los Dos Pedros cuando comenzase a perder las funciones para las que fue construido, y años más tarde, tras el matrimonio entre Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, los Reyes Católicos, sería cuando el castillo perdería prácticamente la totalidad de las funciones para las cuales fue construido y pasaría a ser gestionado por la Comunidad de Daroca.
El paso del tiempo lo sumió en un relativo abandono, el cual no pudo con sus inexpugnables muros de piedra perfectamente construidos, y como consecuencia hoy en día, bien avanzado el siglo XXI, todavía podemos observarlo imponente en lo alto de un monte rocoso situado a más de 1.400 metros sobre el nivel del mar.
El devenir de los siglos desde que fue construido hizo que se haya convertido en un libro de historia, y si sus muros hablasen a buen seguro nos contarían relatos fascinantes sobre la expansión del Reino de Aragón por estos lares, anteriormente
habitados por los primeros pobladores de la Edad de Bronce y por los musulmanes de la Taifa de Albarracín hasta que estas tierras fuesen tomadas por el cristiano Reino de Aragón en su expansión hacia el sur. La reconquista en plena Edad Media, la Guerra de los Dos Pedros o las Guerras Carlistas fueron los acontecimientos bélicos de mayor importancia para esta imponente fortaleza de color rojizo rodeno.
Sería ya, a finales del siglo XX, cuando el turismo encontró aquí, en Peracense, una visita obligada, la cual, a fecha de hoy se sitúa en el listado de indispensables de cualquier viajero amante de la época medieval que quiera visitar Aragón.
Por Carlos Díaz Beamonte
“Viajar por Aragón”